Ya es septiembre y toca volver a la rutina después del verano.
Los adultos al trabajo y los niños …. de vuelta al cole.
Como somos como niños, el más niño de todos (pero el que mejores nota saca) nos lió con una girovuelta al cole. ¡Bendita inocencia!
Así que cuatro llamadas y lo que en principio iba a ser un vuelo de los antiguos compañeros, se fue desvirtuando gratamente en una quedada de 9 autogiros.
Fernando, apodado «el marino» vino hasta Soria para recogernos y desde allí nos juntamos «er Bena», «el Capi», «el Fran» y «el Chuli» que nos fuimos juntos en amor y compañía hasta Matilla, donde nos juntamos con «el profe» y Luis «a gusto», así apodado porque disfruta como un niño a pesar de volar lo que vuela. Quiero decir, que vuela menos de lo que le gustaría, no me refiero al trasto que vuela, ¡Válgame Dios de decir nada sobre su aparato!.
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Castillo de Peñafiel. Siempre impresionante. | En Matilla, listo despegue |
Desde Matilla, y después de una buena siesta porque comimos como reyes, nos fuimos a «Cala Juanqui», en Salamanca, pasando por el Tormes que, aunque es frontera entre Ávila y Salamanca, justo allí no, pero solo allí, por lo que pasas el rio pero no la frontera, y entonces no es Ávila si no Salamanca. Un lio.
La cuestión es que Elsa’s home en Cala Juanqui es un remanso de paz para el descanso del guerrero.
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Bueno, salvo que metas cuatro roncadores en una habitación con dos literas, que ríete tú del alboroto de los hooligans en una final de la champions.
A la mañana siguiente, mientras íbamos para el campo, David vino desde Cuenca, recogiendo a Tito en Lanzahita. Así que ya eramos un total de 8 máquinas. Nos metimos entre pecho y espalda un paseito por la sierra de Gredos muy agradable. Pongo solo dos fotillos para dar poca envidia.
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Y después del típico -¿Donde estas?. – No os veo, – Estoy aquí, – Yo también, cuida a ver si nos damos, etc, que ya echaba de menos de tanto volar solo, llegamos a Lanzahita, donde el amigo Tito nos agasajó con todo tipo de placeres terrenales en un ambiente en el que se podía oler la amistad, el compañerismo y que acababan de limpiar las cuadras.
Allí llegó justo para comer el amigo Malagón, cuya experiencia le hace ser capaz de volar en una mosca por muy lista que sea. Y sin siesta ni nada, la excursión terminó y tuvimos que dejar a nuestros compañeros de cole y volver a casa para hacer los deberes.
Estoy deseando otra excursión de estas. Prometo que seré bueno para que mi tutora me deje ir a la siguiente.