El pasado fin de semana 18 y 19 de Julio se celebró en Castejón de Sos el 11º Trofeo Bielsa-Lacorte de aterrizajes de precisión.
Lo cierto es que hace ya años que quería ir a Castejón volando. Hace un par de inviernos o tres estuve en Cerler esquiando, paré en el aeródromo a conocerlo y coincidí con Gerardo. Me estuvo explicando el sistema que utiliza para los esquíes del pendular, que yo ando detrás de ello también demasiados años.
Según me cuentan, Gerardo Bielsa Lacorte era un piloto de los inicios de la aviación que con temprana edad incluso falsificó la edad de sus documentos de identidad para poder sacarse la licencia de piloto en Francia, llegando a ser piloto militar.
Éste piloto es el padre de Gerardo Bielsa, promotor del Campo de Vuelo de Castejón de Sos y también excelente piloto.
Por allí cayó hace años Ángel y Marlies. Se enamoraron del lugar, tanto es así que allí se han quedado, en perfecta armonía con Gerardo y dando un importante impulso al aeródromo. Ambos son excelentes organizadores y conocen y controlan todo este mundillo de los ultraligeros y de la aviación en general.
La cosa es que en el año 2004 organizaron el 1er Trofeo Bielsa-Lacorte de aterrizajes de precisión y hasta ahora.
¿Cual es el objetivo de esta prueba?. Disfrutar y aprender con la competición. Simple y sencillo. La cosa es juntarse un grupo de amigos y hacer una prueba de aterrizaje de precisión. Si ganas, te llevas un cencerro (literal) obligado a devolver al año siguiente para que se lo lleve el nuevo ganador. Si no ganas, te llevas un fin de semana estupendo con ambiente inmejorable y habiendo coincidido con tus amigos.
Lo de ganar es casi anecdótico. Aquí no pierde nadie. Sin obligaciones de Federaciones, sin estrés, sin competencia, sin presidentas de nada que te toquen las narices, sin rencillas baratas, en fin, sin malos royos. Deportividad en su estado puro y convivencia. El auténtico espíritu del deporte.
La cosa es que nos fuimos mi hija y yo para allí, en un vuelo intrascendente que no viene al caso contar salvo que nos juntamos con nuestro amigo y colega de vuelos Fernando en Tauste, con la colaboración incondicional del amigo Polín que, a modo de guía extrasensorial, desde su lejanía participó de nuestro encuentro. Y salvo la entrada desde Barbastro hasta Castejón, donde te das cuenta de lo pequeño que es el ser humano y lo maravillosa que es la naturaleza. Vamos, lo normal.
Allí nos juntamos con nuestros amigos de Igualada y pasé un fin de semana volando con mi hija.
Como siempre me dejé la cámara, así que fotos ni una. Solo tengo una del Cencerro el cual obra en nuestro poder hasta el año que viene.
Si, ganamos el cencerro, pero como digo es anecdótico. Se formaron dos categorías: 8 participantes de ala fija y dos de «los otros» que éramos un pendular y un autogiro. Había más autogiros y algún pendular presentes, pero no se atrevieron a competir no sé por qué. Y no supieron decírmelo. O no me quedó muy claro. Lo divertido es participar y, con la porquería de aterrizaje que yo hice, seguro que cualquiera de ellos hubiera quedado mejor clasificado. La cosa es que el pendular, Daniel, apuró tanto que se quedó ligeramente corto. Tan solo quedó a 15 cm de la raya, pero, como explican, esto es un portaaviones. Si tocas antes de la raya te matas y te caes contra el agua por la popa, y yo añado, y las hélices te trituran y los restos se los comen los peces y luego te cagan, posándote en el fondo hasta que te conviertes en petróleo y miles de años después te pegan fuego en una estufa.
Vamos, que si tocas antes de la línea te descalifican.
Yo estoy acostumbrado a hacer las tomas a motor parado y con otro modelo de autogiro, por lo que me pasé unos 10 m de la línea. Una cagada. La cosa es que al ser solo dos en la categoría y descalificar uno, el ganador es … el otro, el único que no se convirtió en petróleo. 😉
Pero si solo por meter el pendular en el hangar ya se merecía el premio. Eso sí que fue un hangaraje de precisión en toda regla.
El año que viene allí estaré de nuevo, para devolver el trofeo. Me encanta tener excusas para pasármelo bien y disfrutar con los amigos. Gracias Marlies, Ángel y Gerardo por recordarme lo agradable que es competir. Solo espero que mis «miedosillos» colegas pierdan ese miedo tonto a divertirse y también participen el año que viene, que seguro que ganan, que yo soy muy malo.